19 abr 2010

Me parece muy conveniente hoy llegar a ustedes con un tema muy apasionante, lleno de exigencia y urgente en el hoy de nuestro país LA ESPERANZA.

Jesús resucitado fortalece nuestra esperanza y nos lanza a ser sus testigos e este mar de fuerte oleajes “Dios ama a este mundo tal como es y nos invita a amarlo profundamente, a mirarlo como lo mira El” (Génesis 1, 31), (Juan 3,16)

Descubramos con admiración y agradecimiento los signos de vida, las semillas y los brotes de esperanza que existen en el mundo, en la Iglesia, en las congregaciones, en las comunidades parroquiales y en las personas a quienes servimos.

La virtud de la esperanza puede expresarse de diversas maneras pero es siempre una actitud profunda de la persona humana que colorea su vida, poniendo una nota de bondad sencilla y alegre, así se nos facilita aceptar los acontecimientos con paz, sin desanimarnos ante las dificultades.

El Espíritu Santo es fuente de profecía y esperanza en este mundo que va perdiendo puntos de referencia. Todos/as, más o menos conscientemente, sufrimos la influencia de nuestra civilización postmoderna, algunos de cuyos rasgos característicos son la instalación en el presente, el materialismo que confunde el placer y la alegría y la fascinación por el progreso del mundo. La crisis económica y social de estos últimos meses nos ha permitido constatar con tristeza cómo los frutos de este sistema tienen el gusto amargo de la desesperación y de la miseria.

Una enfermedad de nuestro tiempo es la falta de esperanza. En muchos de nuestros contemporáneos e igualmente en nuestras congregaciones sutilmente puede introducirse un cierto pesimismo y desencanto disfrazado de realismo. Un mundo que va perdiendo puntos de referencia va a la deriva.


Juan Pablo II en la audiencia de 11 de Noviembre de 1998, nos decía “El mensaje de Esperanza que nos viene de Jesucristo ilumina este horizonte denso de incertidumbre y pesimismo. Pero no olvidemos que la esperanza se expresa y se alimenta en la oración de modo muy particular en el Padrenuestro, resumen de todo lo que la Esperanza nos hace desear”.

La esperanza no es una fantasía ni un sueño irrealizable es un don de Espíritu Santo que lleva a una vida en plenitud llena de gozo y de paz.

La Esperanza es la virtud de las personas fuertes que no temen al futuro, que tienen confianza a pesar de las circunstancias adversas, la esperanza se comunica y se irradia o de lo contrario se debilita, se seca y se muere.

De este Don, dan testimonio los familiares de los secuestrados. Su oración y profunda comunión con quienes están privados de la libertad injustamente y que es expresada a través de la radio por varias emisoras. ¿Cómo se puede sostener una persona, una familia ante crimen tan atroz, si no es por la esperanza que les da valor, fortaleza para seguir viviendo, energía para perdonar, para exigir, para despertar a un pueblo que por largos espacios de tiempo se olvida del dolor del hermano? Interroguémonos con humildad.

¿Los signos de vida que la Iglesia recibió de Jesús Resucitado, son en nuestro país un ancla de salvación que impiden al barco ir a la deriva? ¿Son la brújula que lo orienta en medio de la espesa turbulencia en la que navega? Nosotros como vida religiosa ¿vivimos con esperanza o creemos no necesitarla, o no sentimos su necesitad? ¿El dolor del pueblo es nuestro dolor? ¿Cuál es nuestra esperanza y como la manifestamos?

Intentemos hablar con convicción de Aquel que es nuestra única “esperanza” EL RESUCITADO,


Sor Hilda Aponte
Hija de la Caridad

Comisión de Justicia, Solidaridad y Paz.
Imagen tomada de: http://www.firstpeople.us/pictures/RC-Gorman/Rudolph-Carl-Gorman-Esperanza-II.jpg

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